
En el pasado curso de inducción a los alumnos de nuevo ingreso, uno de los chicos mencionó: “Si no encuentro trabajo, me ‘meto’ de maestro”. Esta frase me hizo reflexionar en el tema que nos han propuesto para esta semana, ya que en otros momentos o bajo diferentes circunstancias mi reacción hubiera sido diferente, o tal vez habría hecho que no escuché y lo guardaría para mí. Esta vez lo sentí como una oportunidad para ahondar mas sobre el tema, no deseé ver la apatía o desprecio que se mezclaban a ese comentario, por el contrario, vi una inquietud, estructuré una respuesta a la pregunta subyacente, y es que el paso del tiempo en la profesión y las satisfacciones encontradas, o ese descubrimiento de la libertad y de la pasión por enseñar que menciona Esteve en su artículo, me dieron las herramientas para responder. Indagué más en su persona y reflexionamos en el hecho de distintas posibilidades para su futuro y encontramos, que en cualquier actividad, para que sea satisfactoria, no debe perderse nunca el desafío por el saber, la renovación constante y encontrar el gusto por lo que se hace.
Ser maestro debe ser siempre una aventura, definitivamente es importante divertirse en clase, que la disciplina no se logre con autoritarismo, sino con empatía y siendo un buen comunicador. Es básico tener bien identificado nuestro rol y saber adaptar los contenidos para que sean atractivos y con significado para cada uno de los alumnos.
Las cosas que producen en mi insatisfacción, son pocas y todas son extra clase, así que puedo, y debo, mantenerlas ajenas a la experiencia propia del contacto con mis alumnos. No existe mayor satisfacción que los ojos de asombro de aquel que ha descubierto algo nuevo o el resplandor en el rostro de quien ha aprendido a ejecutar a perfección una tarea. Definitivamente, ser maestro es una aventura de todos los días.