sábado, 12 de febrero de 2011

RITUAL Y ALABANZA CONTEMPORANEA


Parece que en cada época y cultura los humanos hemos encontrado intuitivamente la forma de utilizar los mecanismos neurobiológicos para darle vida a nuestras creencias, según Joseph Campbell “Aún no se halla una sociedad humana en la cual los motivos mitológicos no se hayan ensayado en las liturgias; no hayan sido interpretados por videntes, poetas, teólogos o filósofos; no hayan sido presentados en el arte; no hayan sido magnificados en el canto; y no hayan sido experimentados con éxtasis en visiones que dan fuerza a la vida”. Esta declaración nos invita a reflexionar en dos ópticas distintas de esta misma realidad.

Por un lado, asumir que el ritual es una correcta “vía de acceso” que afirma nuestra fe, haciendo de ella una experiencia más vívida de la realidad espiritual, dándonos una apreciación visceral de la presencia de Dios, convirtiendo las afirmaciones bíblicas en eventos sensoriales y cognitivos que les dan certeza desde nuestro cuerpo y nuestra mente.
Por otro lado, la práctica del ritual quizás es solo un impulso humano que le “empuja” a actuar sus mitos a través de las operaciones biológicas básicas del cerebro, convirtiendo este momento en una catarsis que le afirma su identidad, que le ofrece beneficios tales como un sentimiento de unidad y de trascendencia.

¿Acaso las oraciones, la postración, el canto o las manos en alto en nuestras reuniones de adoración son un místico camino para hacer evidente la presencia de Dios y experimentarla a través de nuestros sentidos? ¿o es el rezo continuo, el bip de la música, la danza ceremonial o los fuertes estímulos sensoriales que logran un estado de trance que nos hace vulnerables a un posible autoengaño?

¿Cuál es su opinión?

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